viernes, 12 de abril de 2013

Paseando por el parque



En esto que iba yo paseando por el parque (Algo que suelo hacer mucho, para despejarme de mi trabajo y comprar droga) cuando ví a un niño jugando con una pelota. Me escondí al instante en unos arbustos cercanos.

Era la mejor pelota que había visto en mi vida, perfecta, redonda, de colores naranja, azul y verde. Sé que dicen que robarle un caramelo a un niño es fácil, entonces, una pelota tiene que ser mucho más sencillo. Comprobé que no había nadie en los alrededores y empecé a maquinar cómo podía yo, un hombre adulto de 34 años quitarle aquella esfera de perfección y diversión al niño. Decidí que, a primera vista, era más alto y seguramente más fuerte y, por consiguiente, sería un robo fácil.
Salí como quien no quiere la cosa de los arbustos. No me fijé antes pero resultaron ser arbustos espinosos, los jodidos me rasgaron la ropa... bueno, no pasa nada.

Ya al lado del niño, pensé mejor el plan inicial y decidí cambiar de estrategia. Podía ser que alguien me viera por casualidad empleando la fuerza bruta contra el chaval, así que le hablé muy educadamente y le pedí que, por favor, me preste un momento la pelota. El niño, quizás oliéndose algo, me miró de arriba a abajo y me sacó la lengua.
"Ok, ok", le dije, y me revisé los bolsillos. "Te doy un... caramelo... de menta." Otra vez me sacó la lengua. Maldito niño maleducado. Le ofrecí un dólar, el cual rechazó con el mismo gesto de antes. ¡Dos dólares! Nada. ¡Veinte, veinte verdosos dólares! Lo mismo, aunque esta vez se retiró un par de pasos, quizás por mi inusitado ánimo. "Mira, niño. Te doy todo el dinero que tengo, ¿Sí? Si me das la pelota. Son... cien, CIEN dólares." Esta vez se lo pensó y, sin embargo, el resultado fue el mismo. Osea, lengua fuera.

A la mierda parlamentar con un pequeño malcriado. Me acerqué decidido y alargué la mano, seguro de mi inminente victoria. El chaval asqueroso retiró la pelota a una velocidad espeluznante, quizás tenía práctica.
Otro intento, otro fallo y lengua fuera. Así estuvimos un rato, hasta que mis 34 años ya no fueron una ventaja. Descansé un momento, el mierdecilla jugaba con mi preciado tesoro.
Bien, si esas tenemos, te vas a enterar. Empecé a correr, persiguiéndole un buen trecho. Sin embargo acabé trastabillándome con alguna piedra en mal lugar, y fui de cabeza directo a una buena mierda de perro, todavía blanda. Me levanté y me limpié los ojos sólo para ver al niño, a un par de pasos, con la lengua fuera. ¡Ah! Pero esta vez, además, me regaló un "prrrrrf" con mucha saliva.

Así estábamos cuando pasó una mujer, nos vió y preguntó al maldito niño si estaba todo bien. Me levanté y acto seguido le contesté que todo estaba perfecto, sólo estaba jugando con mi, ehem, nieto. La vieja me miró un momento más y siguió su camino.
Me giro muy rápido y logro coger al niñato con la guardia baja. Forcejeamos, pero me da un pisotón y una patada en la espinilla que no puedo ignorar. Sale corriendo nuevamente, a lo cual le respondo con insultos y otra carrera. Me resbalo otra vez y elevo el tono de los insultos, que despiertan a un vagabundo. Pensando que me dirigía a él, seguramente, me lanza la botella medio llena de alcohol la cual impacta de lleno. El sin techo se ríe de su venganza y vuelve a dormir la borrachera.

El mocoso me tira basura, siguiendo el ejemplo del vagabundo. Sin embargo yo estoy furioso por todo lo anterior y quiero la maldita pelota. Le alcanzo en lo que podría ser el nuevo récord de 100 metros, le agarro por un brazo y le zarandeo hasta que el ansiado juguete se le cae de las manos. Llora, pero a mí me da igual, estoy a un momento de cogerla, por fín.

Y, sin embargo, llegó la vieja decrépita de antes con un par de policías, los cuales me placan al yo salir a la carrera. Me esposan tapándose la nariz, pues huelo mal.
Grito de rabia cosas ininteligibles, miro para atrás y veo a la mujer consolando al niñato, quien me saca la lengua. Vuelvo a forcejear, insultar y llorar por mi pelota, y sólo obtengo golpes de los maderos.

El mocoso de mierda, con una sonrisa maligna, pincha y desinfla el juguete perfecto, esfera de color naranja, azul y verde que ahora yace en el césped completamente inservible.